New book about Payo Humberto written by Pablo San Nicasio
Presentación “Un Payo entre los flamencos” (por Germán
S. Nicasio)
La brocha del Payo Humberto
Fotografías: Paco Manzano e
Ildefonso Serrano
Hola, amigos, hoy la
cosa va a ir mitad literatura de la buena mitad crónica
rosa. El jueves pasado, 1 de febrero (2018), tuvo lugar
en el tablao Villa Rosa de Madrid la presentación en
sociedad del nuevo libro de mi hermano: Un payo entre
los flamencos. Memorias castizas de Hubertus J. Wilkes
en la España de la Transición (Editorial Octaedro
Andalucía). Mi hermano es Pablo San Nicasio, ustedes ya
le conocen, y además de ser mi hermano es mi jefe,
cabeza visible de esta aventura llamada Chalaúra, y como
lo mío son los articulillos infectos de autobombo y
peloteo, pues esto es lo que vengo a contarles esta
semana.
El acto tuvo su
ritmo. Primero salió el cantaor Jesús Chozas y nos puso
a todos a tono con la toná que nos enjaretó a quemarropa
a modo de preludio y bendición. Luego cogió el micro mi
hermano, que nos hizo un resumen del panorama flamenco y
literario actual antes de dar paso a nuestro Romualdo
Molina. Romualdo, célebre por su sabiduría, tan infinita
como su afición al coloquio, nos explicó en esta ocasión
la etimología de la palabra “payo”, que yo pensaba que
era la forma que tenían los gitanos de llamar
peyorativamente payasos a los no gitanos, y en mi
Diccionario de Argot Español de Luis Besses viene
recogido así: Payo (Lenguaje popular) Tonto, cándido.
(Lenguaje delincuente) Guardia civil. Pues no, Romualdo
nos emparentó el vocablo con “payés”, que es el nombre
dado en Cataluña, Valencia y Baleares a los campesinos
autóctonos. Se trataba de ensalzar el pedigrí de
Humberto Wilkes, español universal nacido en Holanda. El
Payo, por su parte, dejó el micrófono en la mesa y se
puso de pie para hablarnos en plan Club de la Comedia.
Traía preparada una brocha para rendir homenaje a su
antigua profesión de pintor y simuló que le pintaba la
cara a las personas sentadas en primera fila. Es un
cachondo este hombre.
Después subió al
escenario Carmen Linares, y esto fue un lujazo que no
estaba previsto. Nos contó sus recuerdos con El Payo y
Romualdo y Miguel Espín. Hubo una época en la que El
Payo traía frito a todo el mundo, siempre estaba
grabando vídeos de cualquier cosa, pero ahora Carmen le
da las gracias porque así es más fácil recordar.
—La única queja que
tengo de él —dijo Carmen— es que siempre me desvalija la
nevera cada vez que viene a casa. Es muy comilón
Humberto, siempre me come todas las natillas.
En el libro hay
claros indicios en esa dirección. Página 66: foto de
Pepe Habichuela haciendo el avión con la cuchara para
dar de comer a Humberto. Página 74: foto de Carmen
Linares haciendo el avión con el tenedor para dar de
comer a Humberto. Puestos a sacarle punta a todo, yo
diría que doña Carmen tiene bastante más arte y más
práctica que el amigo Habichuela en lo que se refiere a
pilotar los cubiertos hacia bocas ajenas. No se pierdan
esa mano izquierda acompañando por debajo por si cae
alguna gota. Maravillosa.
También quiso unirse
espontáneamente a la fiesta un señor llamado José Luis
Ortiz Nuevo, personaje significativo en la vida del Payo
y que en el libro aparece etiquetado como «padre de la
Bienal de flamenco». Hace algunas fechas este señor
concedió una entrevista a Chalaúra y, según mis jefes,
fue lo más visitado del año. No le conocía, me cayó
simpático, me pareció un señor propenso a decir cosas
rotundas, y la rotundidad suele tener éxito entre el
gran público.
Y para terminar,
antes del consabido vino español, volvió a estrujarnos
con su cacho de voz Jesús Chozas, que es la primera vez
que se asoma a estos Documentales de cebras pero no será
la última. Auténtica majestad, la farruca que nos regaló
Jesús con mi hermano a la guitarra. Y fue un
descubrimiento muy feliz para mí el cantaor Gregorio
Moya Lara, que también se marcó unos cantes buenos con
El Payo Humberto como acompañante. Un poquito de
literatura, un poquito de música, un poquito de vino.
Hedonismo puro.
Por lo que se
refiere a la crónica rosa propiamente dicha, o crónica
Villa Rosa (se me sale la poesía por los poros), el acto
estuvo bien condimentado de caras famosas y de amigos y
familiares del autor y de amigos y familiares del
hermano del autor. Aparte de los ya nombrados, hubo
gentes de todas las esferas bohemias. Guitarristas como
Serranito, Óscar Herrero y Rafael Aguirre. El bailaor
Toni “El Pelao”. Mi compi Jake Shane, alevín de Bob
Dylan que está a puntito de pegar el pelotazo y siempre
que le veo va rodeado de grupis… Esta vez fue con Kati
Golenko, o Kati la Polaca, que también es guitarrista
flamenca, y ahí está Google si no se lo creen. También
nos acompañó la activista cultural Ángeles Barragán, con
muchas emociones buenas a cuestas porque estos días el
Ayuntamiento de Leganés le ha dedicado el Recinto Ferial
de La Fortuna a su marido, Ángel Lacalle. Ángeles
siempre me trata con mucho cariño y me invitó a sus
Sábados Negros, las veladas literarias que organizan en
la librería Traficantes de Sueños. Hubo influencers del
flamenco: José Manuel Fernández Cobo, Alfonso Abril,
Esejambo… Hubo gentes hollywoodienses como Beatriz
Canelada, una criaturita angelical a la que no me atrevo
a encasillar en ninguna definición al uso y espero que
no se me mosquee mucho si la llamo sencillamente musa. Y
hubo agentes de los servicios secretos españoles: Julián
Redondo. Estuvieron mis vecinos Carmen y Ramón,
bibliófilos de los buenos y cada vez más flamencos. Y me
hizo especial ilusión saludar a mi amiga Laurita, que
apenas un mes antes había alumbrado a su segundo
heredero y tenía un tipín ya como para ir preparándole
el tercero (con el debido respeto a su señor esposo, por
favor). Se llevó a sus dos retoños al Villa Rosa, para
que se vayan instruyendo en la rectitud del arte, y
también a la abuela, que por envoltorio y por vitalidad
parece una hermana de Laura, y pude hablar un momentín
con su tío, Julián Olmedo, una especie de Robert Redford
en versión torero que siempre me transmite muy buenas
vibraciones. En fin, amigos, que lo pasamos fenomenal y
ya estamos calentando motores para la próxima.
Germán San
Nicasio
Escritor |